Como tantas otras veces mientras estoy escribiendo un artículo, un “clic” enciende la bombilla de mis maltrechas neuronas y la clarividencia se abre ante mí. Cierro y dejo el artículo “original” para otro día e inicio rápidamente el nuevo artículo, temeroso por si las musas de la inspiración deciden irse a otro lado.
En esta ocasión el artículo “original” trataba del grato recuerdo que supuso adquirir mi primera consola de sobremesa, pero tras pasar fugazmente por mi cabeza imágenes de una sonrisa de mi hermano pequeño con los mandos en la mano, noches de vicio en compañía e interminables piques con los amigos, uno se da cuenta que la grandeza de los videojuegos no consiste en a qué jugamos, sino con quién jugamos…