Habían transcurrido ya dos años desde el estreno de la película “Los Intocables” cuando Ocean pensó que era una excelente idea adquirir la licencia del film para crear uno de sus famoso videojuegos adaptando películas. La compañía había obtenido un gran éxito con Robocop, tanto en ventas como en críticas, y a partir de ahí cambió su táctica respecto a las adaptaciones cinematográficas, habitualmente pobres. Ocean dio instrucciones para montar potentes equipos que crearan juegos de calidad y extensos, aprovechando tanto las posibilidades de los 128 k del Spectrum como las nuevas plataformas de 16 bits. Batman The Movie fue otro producto de esta filosofía, y aunque no llegó a las cotas de calidad de Robocop sí fue otro acierto inapelable de Ocean.
The Untouchables fue el tercero en discordia, y pese a que fue el que menos éxito obtuvo de los juegos mencionados, fue quizá el mejor en cuanto a capacidad para adaptar la película, variedad de fases y cualidades técnicas. En algún momento Ocean pensó que podría no ser posible adquirir la licencia ya que Wakelin tenía preparada una portada genérica no representando a Connery, Kostner y compañía, que se usó en publicidad puntualmente junto con un montaje aunando periódicos, un sombrero, etc. Esta ilustración se tomó de hecho como base para la pantalla de presentación, que por cierto no es la más brillante que hemos visto en un Spectrum. Finalmente, la caja del juego en su versión británica viene adornada con un insulso montaje de imágenes de la película, y el trabajo de Wakelin sólo se aprecia parcialmente (y muy pequeña) en una maquetación de la parte trasera de la caja, que al menos tiene más interés (como siempre, usando engañosamente pantallazos de otras versiones).
El juego consta de seis fases que oscilan entre el juego arcade tipo “Cobra” hasta el más puro estilo “Operation Wolf”, el más utilizado. En la primera fase Elliot Ness debe saltar entre cajas de un almacén al más puro estilo “Cobretti” para eliminar a unos gánster y recoger pruebas en contra de Capone. Ya desde el principio tendremos que sudar sangre para pasar de fase, sufriendo un cierto efecto Platoon: corremos el riesgo de desesperarnos y no degustar el resto de este excelente juego. Para ello, nada mejor que caer en la tentación: cuando terminéis la primera partida, introducid como nombre en la tabla de records “Humphrey Bogart”. Entraréis en un modo Test de forma que durante la partida, si pulsáis simultáneamente Q,W y E podréis pasar de fase.
La segunda y tercera fase son similares al Operation Wolf y podremos actuar contra unos matones en un vehículo de licor, rodando por el suelo y con una potente metralleta, o usar una recortada contra enemigos en un callejón, a la vez que nos ocultamos tras una pared para recargar, lo que le da cierto componente estratégico. Es importante saber que podemos (y debemos) alternar entre varios personajes para dosificar su energía. Por ejemplo, Elliot Ness no puede morir porque el juego acabaría, y sin embargo Wallace sí podría ser prescindible ya que a partir de cierto momento en la película ya no aparecía. Lo mismo ocurre con Stone una vez avanzado el juego. Por tanto, debemos preservar ciertos personajes para más adelante.
La cuarta fase es la más original ya que debemos proteger el carrito del bebé que desciende por las escaleras y a la vez eliminar al enemigo. La visión para a ser cenital, y los gráficos pegan un pequeño bajón a diferencia de las versiones de 16 bits que ofrecen una fase realmente vistosa y trabajada en lo técnico.
Las últimas dos fases volverán al disparo en tercera persona aunque exigirán de nosotros más precisión ya que nos enfrentamos a los enemigos del juego. Frank Nitty, en el último acto, intentará eliminarnos en la azotea del edificio del cual intenta escapar, una fase que no ofrece un escenario demasiado brillante pero que cuenta con el aliciente de tener el final del juego muy próximo.
Ocean puso aquí de nuevo toda la carne en el asador y se nota su dominio absoluto del Spectrum para poder ofrecer una gran producción. Un juego largo, variado, difícil y que adapta muy bien la película tanto en ambientación como en su desarrollo. Gráficamente es muy variado y oscila entre la practicidad de la primera o cuarta fase y la brillantez de los diseños de las fases de disparo, que evocan por su tonalidad un ambiente nocturno (artificio que se usó astutamente en otras plataformas para aprovechar el trabajo de esta versión). Es una lástima que todo transcurra en un monócromo azul, pero no deja de ser una decisión que evoca películas clásicas de gánsters. En otras versiones como la de C64 sí que se usa de manera más generosa el color, por lo que suponemos, como es lógico, que prescindir de él en Spectrum fue más un imperativo técnico que una voluntad estética.
Lo que es perfecto en todo momento es el ajuste de la jugabilidad, tanto por su fluido movimiento como por la sensación de controlar en cada momento la acción, aunque hay instantes como en la segunda parte en la que no sabremos dónde demonios estamos apuntando exactamente (compensado por la espectacularidad de la escena).
El sonido no le va a la zaga ya que disfrutaremos de la maestría de Jonathan Dunn, curtido en trabajos de mucha calidad para Ocean. El pastel audiovisual es por tanto completo sólo empañado por la habitual dificultad que poblaba los juegos del Spectrum.
Fueron muchos los juegos licenciados por Ocean en esta última parte de la vida del Spectrum y hubo otros que siguieron con la misma filosofía de calidad como Navy Seals o Total Recall, pero Untouchables queda como exponente de este despliegue de la compañía británica para ofrecer muchos juegos en uno y proporcionar al usuario productos de calidad innegable. Esta actitud tuvo culpa de que el Spectrum sobreviviera más tiempo a las ya imparables 16 bits compitiendo al más alto nivel.
Ocean, que mítica compañia.
Desconocía la existencia de este videojuego ( a decir verdad soy un completo ignorante respecto a Spectrum, demasiado antiguo para mí 😀 ), aunque por lo que veo fue un producto de calidad en su momento, al igual que la película, que también dejo huella.