Si hay una película que ha causado fascinación y un fenómeno fan a lo largo de todo el mundo, es sin duda Star Wars. En otra ocasión dedicaré un post a repasar cómo se ha plasmado la aventura cinematográfica en el videojuego, hoy sólo me centraré en la primera vez que esta experiencia ha llegado a equipararse al espectáculo que vimos en las pantallas.
Durante los últimos años de la década de los 90 aparecieron en el mercado los excelentes XWing vs Tie Fighter y el XWing Alliance, ambos para PC, que profundizaban en el esquema de sus conocidos antecesores pero incorporando las últimas tecnologías 3D de las tarjetas aceleradoras. Nos ofrecieron por tanto la posibilidad de jugar campañas completas con mayor o menos grado de épica y recreando puntualmente famosos episodios como la Batalla de Endor o el ataque a la Estrella de la Muerte. La posibilidad de manejar diversos vehículos desde la cabina creaba una experiencia muy realista: algunos momentos como el ataque a un superdestructor en la expansión Balance of Power no tenían precio. Era un juego para disfrutar, como digo, desde la cabina de la nave y equilibrando los parámetros de vuelo para que no se nos escapara un solo Tie (o un solo XWing). Además, el juego online fue un adelantado a su tiempo y hoy día un juego de estas características causaría auténtico furor.
Sin embargo las campañas pecaban de ser un tanto irregulares y el manejo no era sencillo, siendo un híbrido entre el arcade y el simulador de vuelo más complejo. Apasionante si aceptas la propuesta, pero no para todos los paladares.
Siempre he sido partidario de que en la medida en que un juego es claro en su planteamiento, mejor es (que no tiene que ver luego con la complejidad que éste nos ofrezca). Así, la primera vez que vi el Rogue Leader (creado por Factor 5) funcionando en una GameCube pude intuir que pasaría mucho tiempo hasta que un juego superara las sensaciones que ofrecía esta creación. El esquema del juego no es original y está tomado de su antecesor en N64 y PC: misiones que desbloquean otras posteriores, manejando diversos vehículos rebeldes tanto en superficies de planetas como en el espacio. La vista puede ser tanto desde la cabina como desde el exterior estando ambas perfectamente recreadas, y siendo la primera más inmersiva pero más compleja. Cada misión consta de varias “minibases” como destruir un objetivo primario, cierto número de enemigos, alcanzar cierto punto, etc…
Lo verdaderamente atractivo es la recreación perfecta de diversos acontecimientos, empezando por la propia estrella de la muerte, que sin más preámbulo nos la encontramos al comenzar. No estamos ya ante gráficos poligonales carentes de textura como en la recreativa clásica, ni ante los titubeos de las texturas de N64, sino ante un producto pulido, perfecto técnicamente, que aúna el frenetismo del arcade con una elemental simulación de vuelo, alguna dosis de estrategia, el espectáculo audiovisual, y todo con un equilibrio de dificultad envidiable, si bien a veces puede sacarnos de nuestras casillas. Instantes como (de nuevo) la batalla de Endor tienen una intensidad sin precedentes: en determinado momento veremos cómo se abalanzan ante nosotros, literalmente, cientos de cazas, alcanzando inmediatamente el status de “experiencia videojueguil a recordar de por vida”.
El gran acierto no obstante del juego es situarte perfectamente: eres un piloto de naves rebeldes. Y así te sientes durante todo el juego. Pasarás de unos vehículos a otros, pero encontrarás tu nave definitiva y en ese momento estarás deseando a cada momento poder volver a usarla: te sientes miembro de un escuadrón a la espera de órdenes y deseando progresar en la trama y en las misiones hasta el épico instante final.
¿Qué ocurrió con su segunda parte, Rebel Strike? Pues que decidió incorporar más variedad en sus fases, y esto significa controlar más vehículos: AT-ST (Walker), una motojet, un AT/AT (sí, amigos, se puede)… y las fases a pie.
¿Y en qué se traduce esto? Pues en un juego más flojo pero que nos ofrece ni más ni menos que una ampliación o expansión de esta definitiva experiencia Star Wars. Los gráficos explotan el potencial de Gamecube hasta un límite no visto nunca (por favor, fijaos bien y disfrutar del despliegue audiovisual, que deja en pañales cualquier cosa vista en GC o PS2) y nos ofrecen momentos para el recuerdo como el manejo del AT/AT o esa escena mítica de las motojet por el bosque de Endor, en una versión casi fotorrealista digna de recordarse. Las fases a pie, controvertidas…. Pues sí, son muy flojas y además se intercalan con otras partes infinitamente más interesantes, pero merece la pena aguantarlas por poder disfrutar del juego en su conjunto ya que suponen apenas un 15 o 20% del total. Además nos regala un modo cooperativo de su primera parte, que merece muy mucho la pena exprimir si tienes un compañero de fatigas.
No obstante, el juego hace aguas en el sentido comentado anteriormente: pierde su concepto, no logra situarte en un contexto claro sino que salta de una experiencia a otra ofreciendo, eso sí, grandes dosis de diversión. Ya no eres un “piloto” sino que eres muchas cosas: variedad y alarde técnico sacrificando aquello que acaba haciendo a un juego excepcional, ese “algo” sólo al alcance de unos pocos.
Sin embargo, diría que juntos, Rogue Leader y Rebel Strike, proporcionan todo aquello que un aficionado a Star Wars (en su vertiente “pilotaje”) puede desear. He probado muchos juegos de Star Wars, probablemente casi todos y en diferentes versiones, y puedo aseguraros que es así, sin más. Si aún te queda baba entonces deberás inmediatamente adquirir una copia de KOTOR para proseguir con la fiesta (su primera parte, no te acerques directamente a la segunda, más floja y aburrida).
Fotolog del autor: JMV
No soy muy fan de Star Wars, pero me lo compré para PSX: Rebel Assault 2 y me fascinó, aunque en la pantalla de conducción en el bosque era un tanto floja, he de decir, que me moló mucho. A ver si lo consigo para GC. Claro JMV, si me lo recomiendas.
Un saludo.